La libélula con mayor porte que he visto en mi vida, muriéndose
sobre mi heladera prestada.
Su cuerpo adormecido de vez en cuando titilaba.
Cuando yo le hable, sentí
sus ojos fijos en mis ojos y en un momento creí ver lo mas espantoso que podría
haber visto.
Ese bicho hermoso mutado a lo más terrible.
Sangre, dientes, hilos atravesando y cerrando orificios,
extensos cabellos enredados y el futuro reflejado en un par de fulgorosas alas.
Ahí me vi. Aterrada fui a mojarme los ojos. Cuando volví ya
no estaba.
No estaba ni el espanto ni la libélula.
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